lunes, 16 de febrero de 2009

CONFUSIÓN

Por las calles de Granada,
Empedradas de tristes pesares,
Voy dejando la huella del dolor
De mi corazón sangrante,
Herido a muerte
Por flechas certeras de desamor.

Tan grande es mí pesar,
Que la duda mis entrañas roe.
¿Cómo es posible tanta maldad?

Como paleta de otoño con colores de dioses,
Dormitando la sabia en sueño eterno,
Quedó mi cuerpo inerte.
Foto : Guillermina
Mi alma cubierta de llagas por los desengaños,
Ha olvidado el calor y la verde campiña
De la alegre primavera.

Aquella primavera de dulces promesas
Ofertas vacías en momentos cruciales
De esta penosa correría
Por un mundo aun más presuntuoso.

¿Quien vació vuestras mentes
Limpias y puras de cariño.?

¿Que seres con malas arte
Os han hecho olvidar el amor.?

Por las calles empedradas de Granada
Voy paseando mi dolor.

¿Hasta cuando, hasta cuando?
Pregunta el eco de mi voz.

Guillermina.

viernes, 6 de febrero de 2009

LA LLUVIA



La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.


Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.


La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.


El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.


Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.


Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.


¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!



¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.





El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!


F.G. Lorca


Fotos: Guillermina